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viernes, 26 de noviembre de 2010

CARTAS DE ESCRITORES (10): Juan Ramón Jiménez reprocha a Zenobia Camprubí el bajo nivel intelectual de sus amigas

. Lunes noche, verano de 1913
Hermana Zenobita:
(Los hermanos no pueden llamarse de usted; yo lo suprimo ya para siempre.)
Llena la frente de estrellas, después de haber estado cerca de ti dos horas, cuando has cerrado el balcón rojo, me he venido hacia casa despacio y triste, triste aunque te parezca mal, ¡reina de la risa! El balcón de tu alcoba, oscuro y hondo, seguía abierto... ¡Con qué pobres dichas se contenta a veces el corazón, el corazón que subió tanto!... Muy alegre estabas hoy cuando me escribiste tu carta. Te lo agradecí con toda mi alma, pero cuando la terminé me eché a llorar. No es una carta tierna ni dulce. De haberlo sido, me habría puesto más alegre. No, Zenobita, no es que yo sea fúnebre siempre. ¿Me quieres decir qué tiene uno en el corazón de vuelta de esas frivolidades a que, tan muerta de risa, me invitas? Por ejemplo: Esta carta en verso de Josefina, ¿qué compensación puede tener? ¡Hay tantas cosas que están por hacer, que nadie hace, mientras tanto! Tú, la bien dotada, ¿qué vas a hacer de tu vida? ¿Qué sacas en limpio de esas charlas con esas amigas "tan simpáticas" que no han podido comprender al Greco? No soy un maestro de escuela, pero tú sabes bien que el espíritu es una realidad, que existe, que puede ser mucho y que está esperando serlo. Recuerda las palabras de Leonardo da Vinci: "Como un día bien empleado da alegría al dormir, una vida bien usada da alegría al morir". Tú eres mucho y tienes la obligación de serlo. ¿Qué satisfacción puedes hallar hablando con personas cuyo espíritu anda tan lejos del tuyo? Quieres también, y bien sabe Dios cómo te agradezco tu deseo, que yo haga lo mismo. ¿No te da pena hacerlo tú y pensar que yo lo haga? Buen sermón -dirás-, y para nada. ¡Ay!, la verdadera alegría está más adentro, Zenobita, y dura más. No se acaba, ni se cansa con el cuerpo. Esta es la que yo quiero, ¡la que no se acaba nunca! Es inútil que nos olvidemos de esa gracia interior por la que podemos crear el infinito. El castigo está en el mismo olvido. Sólo hay un retorno alegre: el del trabajo espiritual. No quiero decir que tú no goces con la venta o con el hallazgo de un capitel o de un canecillo, pero seguramente estarías más alegre cuando el portugués del hospital te miraba y te hablaba de gloria, cuando te escribía el niño de la Rábida, cuando Catalina te decía que tu retrato le había saltado las lágrimas. Y si llevaras a esas amigas tuyas a un estado superior, todo estaría bien; pero estar con ellas -¡o con ellos!- por "pasar el rato", amoldando un alma como la que tienes a las suyas, es sencillamente una bajeza. ¡Perdóname! ¡Te quiero tanto que querría que tu luz lo inflamara todo y que a ti nada te obscureciese! "Póngase a escribir seguidillas, vístase de torero y plántese en la calle de las Sierpes a echarles piropos a todas las inglesas feas que desfilen por allí." "Alegrémonos de haber nacido!" Aun cuando todo esto sea una broma, aunque lo hayas escrito con la mejor de las intenciones, Zenobita, en serio te digo: ¿no te ha dolido nada al escribirlo? ¿Cómo puedes olvidarte así de ti misma? ¿O crees que eso puede ponerme más contento? De todos modos, no me dejes sin ti misma. Te necesito como seas, como quieras ser, y yo seré lo que tú quieras, sólo porque seas feliz. Si ahora mismo me dijeran que con mi muerte se conseguiría tu felicidad, la muerte me parecería tan dulce como tú misma. Y, antes de concluir: puesto que hemos convenido en ser hermanos, no te alejes así de mí. Te prometo no decirte nada más que cosas fraternales. Pero ¿por qué, si verte es mi alegría, no he de verte? ¿Por qué dejar pasar con los días este encanto ¡que no vuelve! de las palabras buenas, de las miradas cariñosas, de las sonrisas deleitables? Ve a la Residencia, que nada haré que esté mal. ¡Y escribe a este hermano tuyo que solo desea tu verdadera dicha!
...................................................................................................J. R. 99 CARTAS DE AMOR, Random House Mondadori, Barcelona, 2007, págs. 227-230 NOTA NEORRABIOSA: Esta carta es la respuesta a otra que le había enviado Zenobia, que se puede leer AQUÍ .

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