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domingo, 18 de septiembre de 2011

TROYA LITERARIA (356): Varios autores contra la propuesta de García Márquez de reformar la ortografía

"¡Juvilemos la hortografía!", ¡"Henterremos las achez rupestrez!". Cuando el escritor colombiano Gabriel García Márquez lanzó este llamamiento frente a los lingüistas y académicos que poblaban el Primer Congreso Internacional de la Lengua Española, celebrado en la ciudad de Zacatecas, sabía que su alergia por la ortografía iba a provocar un rechazo capaz de atravesar corporaciones varias. Lo que no calculó es que las reacciones lo obligarían a dar marcha atrás en su propuesta.
"La lengua española debe prepararse para un porvenir global y sin fronteras, en un derecho histórico surgido de su vitalidad", dijo Gabo al semanario Hoy. En cambio, y no ya frente a la academia, sino con la mirada clavada en la cámara de televisión, reflexiona: "Yo sólo pretendí humanizar la ortografía, es decir, hacerla más humana, afable, familiar. ¿Dónde está el pecado? No faltan los cursis que pronuncian distinto la be de la ve; no pido la supresión de una u otra, sí que se busque fin a ese tormento que padecen los hispanoparlantes desde la escuela".
Entre quienes encabezaron la revuelta contra el colombiano se destacan el escritor español Juan Goytisolo y el filólogo Francisco Rodríguez Adrados. Mientras el primero recordó que ser un gran escritor no significa ser un buen lingüista, el segundo recurrió al argumento de la unidad cultural: "preservar la ortografía significa garantizar esa unidad".
Buscando esquivar la oleada de críticas, que involucró también a Antonio Gala y Arturo Uslar Pietri, García Márquez aclaró -más vale tarde que nunca- "sólo pedí la simplificación de la gramática, no su supresión". Claro que en una entrevista publicada el domingo por el diario español El País no retrocedió. "El deber de los escritores -planteó- no es conservar el lenguaje, sino abrirle camino en la historia. Somos los hombres de letras quienes sufrimos las camisas de fuerza y cinturones de castidad. Como están hoy las reglas, no tienen ninguna lógica".
Los sudamericanos Mario Benedetti y Mario Vargas Llosa se tomaron la cuestión como una broma. "Es una irreverencia, un desplante", señaló el peruano. "Si se acabara con la ortografía, el español se desintegraría en tal multitud de dialectos que llegaríamos a la incomunicación. Obviamente, semejantes ideas sólo podían provenir de quien es un gran creado de imágenes, pero que nunca ha sido un pensador, ni un teórico, ni un ensayista".
El uruguayo, tras evocar el espíritu lúdico de García Márquez y calificar la propuesta de "frívola", adjudicó esa suerte de exabrupto al oficio. "Él es un prosista, y como tal incapaz de ver que la palabra para un poeta es palabra escrita, es allí donde está su cuerpo. Creo que los escritores latinoamericanos deberíamos dedicarnos a analizar otras cuestiones más importantes que afectan nuestra lengua, entre ellos, la alta tasa de analfabetismo que soporta la región", dijo el autor uruguayo.
Por su parte, la psicoanalista y lingüista argentina Eva Tabakián recordó que la ortografía tiene dos aspectos: uno vinculado a lo autorizado, lo legitimado por la Academia, y otro con la comunicación". "Este último no puede hacerse a un lado", observó. "Cada palabra evoca una imagen por el modo en que está escrita. Muchas veces, cuando se violan esas reglas se torna irreconocible y se llega a la imposibilidad de su lectura. No porque esté bien o mal escrita en términos de una cierta autoridad, sino porque la escritura implica la existencia de un código. Sin código se cae en una anarquía que hace imposible la comunicación".
Para el escritor argentino Charlie Feiling, la actitud de García Márquez surge de una confusión: "Se supone que el inglés es una lengua no reglamentada, cuando en realidad, aunque sumamente plástica, es un idioma donde las reglas cuentan". "La queja de García Márquez es excesiva -opinó- porque en el castellano hay una correspondencia casi exacta entre lo que se dice y lo que se escribe."
"Lo que está por detrás es una confusión entre la actitud de la Real Academia y su diccionario prescriptivo y la de la Universidad de Oxford, que se encarga de armar un diccionario meramente descriptivo. En todo caso, lo que habría que criticar es la actitud de la Academia y no proponer la abolición de la ortografía", concluyó Feiling.
Después de todo, havolir las rreglas nos pribaría del plaser de biolarlas.
CECILIA MACON, Todos contra García Márquez, Página/12, 11 de abril de 1997, vía Elcastellano.org (AQUÍ) NOTA: El discurso de García Márquez que dio lugar a la polémica se titula "Botella al mar para el dios de las palabras" y se puede leer AQUÍ .

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