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domingo, 8 de enero de 2012

TROYA LITERARIA (366): Borges contra Gracián

Gracián me parece una caricatura de Quevedo. Gracián es muy frío, prácticamente glacial. Llamar a las estrellas “gallinas de los prados celestiales”, por ejemplo, es imperdonable, ¿no le parece a usted? Creo que Gracián es una superstición alemana en cierto modo, y que Schopenhauer lo admiraba mucho porque lo entendía poco. Gracián pensaba bien, era un hombre muy, muy agudo, pero que al escribir se creía obligado a decirlo todo de un modo ingenioso y con juegos de palabras. Por ejemplo, cuando dice: “La vida es milicia contra la malicia”. Eso puede ser cierto. Uno puede pasarse la vida militando contra la malicia, pero al mismo tiempo, cuando uno lo lee en español (no cuando lee una traducción al alemán de Schopenhauer) lo que llama la atención es el juego de palabras: “milicia-malicia”, y entonces el pensamiento ya está perdido, aprisionado por el retruécano. Y el retruécano ahí “milita” contra el autor, porque nos impide ver la idea de que la vida es milicia contra malicia... Y en general eso es lo que ocurre con Gracián: que él ha pensado admirablemente, pero luego, al escribir, se cree obligado a esos dibujos, a esas simetrías que son la madre del estilo barroco, en el cual fue un maestro, pero un maestro de un género desdichado.
JORGE LUIS BORGES, recogido por Esteban Peicovich en Borges, el palabrista, Libertarias/Prodhufi, Madrid, 1995
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